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SINAGOGA MARIA ESTUARDO
Quizás lo más interesante de este ejercicio fue que como ninguno de nosotros es judío, el proyecto demandaba un estudio desde fojas cero de los rituales propios del judaísmo y la forma en que se llevan a cabo en el espacio.
Fue así como partimos por entender la semántica y origen de la palabra Sinagoga (del griego Συναγωγή / Synagôgê “lugar de reunión”, en hebreo בית כנסת [Beit Knesset] ) Se trata por tanto de un sitio no sólo de oración, sino que de estudio, dialogo e interpretación, en el que la reunión o asamblea es fundamental. Es por esta razón que, a diferencia de quizás las iglesias cristianas, nos pareció fundamental que el proyecto, debía dar pie a relaciones entre la comunidad, más allá del mero acto de orar, resaltando los espacios de encuentro en los que la conversación e interacción entre sus miembros es central.
Fue así como propusimos mantener gran parte de la edificación existente que se emplaza de forma diagonal en el sitio –que es de dimensión casi cuadrada- diseñando un muro perimetral con bloques de hormigón que genera múltiples intersticios entre este y la casa original. De esta forma la edificación se entiende como un cuadrado regular, al cual se le van sustrayendo estos vacíos que permiten relacionar las distintas partes del programa.
Así, se crea un atrio de acceso que sirve como umbral entre el exterior y el espacio sagrado, una especie de plaza dura que actúa de preámbulo al lugar de oración y permite el primer encuentro entre la comunidad previo a la ceremonia.
Desde este atrio se accede al área destinada al culto, que consta de un altar y una cubierta inclinada iluminada cenitalmente a través de un gran tragaluz que baña el cielo blanco y neutro. A su vez, en el lado norte, otra “sustracción” constituye un segundo patio, más privado, que contiene salas de lectura y estudios, así como servicios y oficinas.
Propusimos un sistema de estructura metálica similar a la utilizada en los galpones, con un simple revestimiento de zinc, materiales que podemos encontrar en las iglesias del sur que fueron reconstruidas por la Escuela de Valparaíso en los años sesenta.
De esta forma, a través de operaciones simples y materiales estándar, logramos re significar una construcción, alternado radicalmente su uso y entregando un espacio versátil y adecuado para su nuevo fin.
SINAGOGA MARIA ESTUARDO
Quizás lo más interesante de este ejercicio fue que como ninguno de nosotros es judío, el proyecto demandaba un estudio desde fojas cero de los rituales propios del judaísmo y la forma en que se llevan a cabo en el espacio.
Fue así como partimos por entender la semántica y origen de la palabra Sinagoga (del griego Συναγωγή / Synagôgê “lugar de reunión”, en hebreo בית כנסת [Beit Knesset] ) Se trata por tanto de un sitio no sólo de oración, sino que de estudio, dialogo e interpretación, en el que la reunión o asamblea es fundamental. Es por esta razón que, a diferencia de quizás las iglesias cristianas, nos pareció fundamental que el proyecto, debía dar pie a relaciones entre la comunidad, más allá del mero acto de orar, resaltando los espacios de encuentro en los que la conversación e interacción entre sus miembros es central.
Fue así como propusimos mantener gran parte de la edificación existente que se emplaza de forma diagonal en el sitio –que es de dimensión casi cuadrada- diseñando un muro perimetral con bloques de hormigón que genera múltiples intersticios entre este y la casa original. De esta forma la edificación se entiende como un cuadrado regular, al cual se le van sustrayendo estos vacíos que permiten relacionar las distintas partes del programa.
Así, se crea un atrio de acceso que sirve como umbral entre el exterior y el espacio sagrado, una especie de plaza dura que actúa de preámbulo al lugar de oración y permite el primer encuentro entre la comunidad previo a la ceremonia.
Desde este atrio se accede al área destinada al culto, que consta de un altar y una cubierta inclinada iluminada cenitalmente a través de un gran tragaluz que baña el cielo blanco y neutro. A su vez, en el lado norte, otra “sustracción” constituye un segundo patio, más privado, que contiene salas de lectura y estudios, así como servicios y oficinas.
Propusimos un sistema de estructura metálica similar a la utilizada en los galpones, con un simple revestimiento de zinc, materiales que podemos encontrar en las iglesias del sur que fueron reconstruidas por la Escuela de Valparaíso en los años sesenta.
De esta forma, a través de operaciones simples y materiales estándar, logramos re significar una construcción, alternado radicalmente su uso y entregando un espacio versátil y adecuado para su nuevo fin.